sábado, 5 de enero de 2008

GUÍA PARA JÓVENES - CAPÍTULO II

CAPÍTULO II
ATRACCIÓN SEXUAL GENERAL


Como un ser social, cada uno de nosotros tiene un deseo natural de compañía y de las más cercanas delicias de la amistad. Como un miembro de un sexo definido, cada cual siente una atracción natural dada por Dios hacia el sexo opuesto lo que es bastante diferente de la atracción que normalmente se siente hacia miembros del mismo sexo. Esta atracción sexual se manifiesta en casi innumerables formas; pero cuanto estas diferentes manifestaciones son analizadas detenidamente, se puede ver que se pueden reducir a estas tres: Atracción Sexual General, Atracción Sexual Personal y Atracción Sexual Física.

La atracción sexual general podría ser definida negativamente al decir que no es dirigida hacia una mera satisfacción física y que no se centra específicamente en algún individuo. Consiste principalmente en algún intrigante interés en los miembros del sexo opuesto y una atención peculiar a sus cualidades distintivas. Cuando, por ejemplo, los hombres están especialmente atraídos por la gracia, la susceptibilidad emocional, la belleza, y la dulzura de la mujer, mientras que las mujeres están atraídas por la fuerza, el valor, la energía y la deliberación calmada del hombre. Cada sexo esta llevado a admirar esas virtudes o cualidades que sobresalen de alguna manera especial en los miembros del sexo opuesto. Cada uno experimenta unas ansias más o menos innatas de escuchar la voz del otro, de ver al otro, de estar en la presencia del otro. Cada cual experimenta cierta curiosidad natural por conocer más acerca de los puntos de vista, los hábitos de vida y las características físicas del otro.

Este elemento natural de misterio que rodea al sexo opuesto y su natural atracción a las cualidades complementarias del otro es a lo que nos referimos con atracción sexual general. Tiene un propósito dado por Dios. Lleva a ambos sexos a juntarse en una vida social, les muestra la mutua dependencia entre sí, el mutuo poder que cada uno tiene sobre el otro y de esa manera últimamente lleva a la meta divina del matrimonio, el sexo y la procreación.


1.1.1 Peligros

Comúnmente hablando, la plenitud de la vida social entre ambos sexos debería ser más útil que dañina a la castidad, ya que previene la innecesaria represión de la atracción sexual y debiera generar un especial respeto por el otro. De esa manera las fiestas, bailes, y el entretenimiento y planes de grupo sirven a un buen propósito. Pero es evidente que cuando el interés en el otro sexo es absorbente, cuando la mente de los chicos está constantemente en las chicas y cuando la mente de las chicas está constantemente en los chicos, es cuando el peligro de transición de la esfera general hacia la real tentación física crece. Y es cuando, llevados por este interés general, uno busca contacto físico y el peligro crece. De esta manera, algunos, sin ningún pensamiento de amor o de pasión están inclinados a besarse como ellos dicen “sólo por la emoción de hacerlo”. Esta es una de las inclinaciones de la atracción sexual general la cual puede llevar fácilmente a la pasión o la inmodestia. En tanto llega a eso, es un peligro a la virtud de la castidad y tales impulsos deberían ser controlados.

La curiosidad acerca del otro sexo per se no implican alguna lesión a la castidad. Pero cuando la curiosidad se convierte en enfermiza, cuando lleva al camino sigiloso de buscar lecturas y figuras “informativas”, o cuando llevan a intentar de ver más y más el cuerpo del sexo opuesto, de esa manera luego se convierte en fuente de estimulación física y puede ser un peligro para la castidad. Debemos enfrentar un hecho de manera clara: si es que queremos saber algo acerca de la circulación de la sangre, hacemos una búsqueda, encontramos los hechos y estamos satisfechos.
La curiosidad acerca de los asuntos relacionados con el sexo es un tipo diferente de curiosidad. Esto es con frecuencia más que una mera curiosidad intelectual pues involucra en mayor o menor grado la estimulación de las emociones. Esto fácilmente crea deseos de placer o acciones que no podrían haberse experimentado nunca si no se hubiera satisfecho nunca la curiosidad inicial. Esto también lleva a una imperceptible necesidad de volver a las fuentes de información, no realmente para adquirir información, ya que ello ya se consiguió, sino para la obtención de placenteras emociones que acompañan la adquisición del conocimiento.

El cegarse al peligro emocional que involucra la satisfacción de la curiosidad sexual es jugar a hacerse el tonto. La Iglesia nunca finge ceguedad ante este peligro; ella está constantemente en alerta a esto. Por esta razón, justamente critica muchos de los sistemas modernos de educación sexual que involucran ciertos errores como los siguientes: toda la comunicación de la información sobre el sexo, sea útil o no; la intención de hacer del sexo algo tan común que puede ser públicamente discutido sin reservas; la teoría de que la educación sexual consiste meramente en la entrega de información fisiológica, sin hacer referencia al alma, y sin dedicar el mismo tiempo a educar la voluntad de la castidad. Errores de este tipo simplemente ignoran el mero hecho que los impulsos sexuales físicos son fácilmente estimulados y difíciles de manejar. Fumar bajo las condiciones adecuadas no es demasiado peligroso, pero lo sería de hacerlo dentro de una refinería de petróleo.

¿Todo esto significa que la curiosidad respecto a temas sexuales nunca podrá ser satisfecha? De ninguna manera. Simplemente significa que deben tomarse las debidas precauciones de sentido común. Una regla sensata diría de la siguiente manera: Un joven o una joven pueden con seguridad conocer la fisiología y psicología de esta parte normal de la vida. El deseo de tal conocimiento está generalmente dentro de la esfera del interés sexual general, y la mayoría de veces no será fuente de serio peligro a la castidad a menos que sea dado o buscado en situaciones dañinas. Pero la repetida inclinación de recurrir y aprender la misma cosa otra vez cuando ya se conoce, y la inclinación de ver de un compañero/a lo más posible que uno pueda ver – tales cosas pueden llevar muy seguido a uno a la esfera de lo físico y muchas veces no son otras cosas que meras formas sutiles de buscar una estimulación física.

Al respecto de la curiosidad, necesitamos agregar que en la cuestión del sexo hay algunas cosas que es mejor dejar como desconocidas. El instinto sexual, como otras emociones, tiene su patología. Nuestros periódicos y revistas modernos parecen estar guiados por el principio de que son libres de reportar, inclusive describir al detalle, cualquier cosa que pasa simplemente porque “es la verdad”. Este es un falso principio. Los detalles de los crímenes y enfermedades tienen que ser de conocimiento de criminologistas y de hombres de medicina; tales detalles no son necesarios para la gente común – de hecho, la misma lectura de estos muchas veces tiene un efecto desesperanzador y chocante en la mente y en las emociones. Es aconsejable, incluso desde el punto de vista de nuestro bienestar psicológico, el disciplinar nuestra curiosidad al respecto de estas cosas. Debemos de estar satisfechos con aprender, en una manera digna, aquellas cosas que son necesarias o que son útiles para nosotros.
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Tomado de The Augustine Club perteneciente a la Universidad de Columbia, USA. Traducción no oficial realizada por Alicia.

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